Iglesia de Santa María, Alcázar de San Juan. 30 de Enero.
Un público expectante a la espera de la marcha dedicada a nuestra Patrona, a nuestra Madre, a nuestra Virgen del Rosario, por Alcázar Coronada. Un poema clama a sus manos introduciendo con esta pieza de M.A. Font el preámbulo de lo que será, sin duda, la Cuaresma más especial para esta agrupación.
Pero no llega realmente el pistoletazo de salida hasta que el auditorio se queda negro, oscuro, misterioso… Un spot auténtico cargado de emociones se proyecta a pantalla completa haciendo revivir las mismas sensaciones que cada uno de los músicos cofrades siente en su día a día… Un spot del que emanan melodías que cargan de humo y vibraciones un escenario profundo, con su cruz presidiendo el acto y una agrupación bajo ella que continúa creciendo. Una agrupación que, podemos asegurar, cada año se siente más orgullosa de montarse sobre ese escenario y sentir certamen tras certamen el calor que desprende el público que asiste a los conciertos del Perdón.
Pero este no era un simple certamen más… Sino aquel donde se presentaban dos marchas propias. La primera, “A Tu Encuentro, Nazareno”, dedicada a la otra parte de esta banda. Y lo decimos así, porque cada vez nos sentimos más unidos a ellos… Se trata de una cuadrilla de compañeros, que es como mejor se puede definir, que han mostrado hasta la saciedad su apoyo a esta agrupación, incesante, incansable e incondicional. Gracias, gracias y gracias. No podremos definir nuestro agradecimiento con palabras, pero si lo intentaremos hacer con los acordes que nos lleven al encuentro de nuestro Señor de Alcázar.
La segunda… ¡Qué decir de ella! La primera marcha propia compuesta por un componente de la agrupación, cargada de sentimiento, de emoción. Un rezo al cielo, si, pero un rezo de alegría, de ilusión; nada de una marcha fúnebre para aquellos que no están, sino una marcha que dibuje lo que esas personas reflejan en nosotros, que dibuje sonrisas y no lágrimas. Porque cada vez que nos acordemos de los que están arriba debemos quedarnos con todo lo bueno que nos han aportado, y sobretodo, lo que nos siguen aportando. No es muerte, sino vida… Por ello, lo que queremos, es rezar “Un Rosario de Vida”.
Y así comenzó, el día 20 de Febrero, la Cuaresma que precedía a una Semana Santa cargada de novedades y sobretodo, de ganas. Todo un año trabajando para dejarse la piel al arrancar solos con la corneta en la Borriquilla o tras nuestra Reina del Altozano, para redoblar por las calles de Orihuela tras el Calvario, para descargar la potencia de los trombones y bajos tras el Señor de la Línea de la Concepción impregnados en el olor a incienso, para alzar los sones de las trompetas en Socuéllamos o Criptana, para fusionarnos con los tambores de Tobarra o para ser EL PERDÓN, en mayúsculas, tras el Nazareno de Alcázar.
Una Semana que ha dejado lágrimas que arrastran recuerdos, emociones que sobrecogen el alma al recordarlas con nostalgia. Y es que lo que hemos vivido este año no se puede describir con palabras: es algo que hay que vivir desde dentro. Cuando un compañero eleva el esplendor de su corneta en un solo y le agarran manos cargadas de fuego y energía por la cintura para evitar que desfallezca, cuando el labio revienta en la boquilla y escuchas el aliento de tu fila animándote a acabar la melodía, cuando las manos llenas de ampollas se irritan por las baquetas y sientes que el redoble de tu batería te empuja a continuar marcando el ritmo de los pies de tus costaleros… Ahí, en ese momento, sientes lo que debes sentir y sabes dónde estás: ERES DEL PERDÓN.